Significativamente a fecha de hoy son tantas las personas en el mundo, sin distinción de creencia ni origen, que no necesitan ser cristianos para celebrar la Navidad, girando en torno a la felicidad de los niños con la “buena nueva”, los regalos, la familia y los augurios de bondad y prosperidad para todos. Existe como un deseo denodado por crear una “cápsula del tiempo” con un contenido mágico de pocos días, que se puede enterrar y desenterrar cada año, permaneciendo perenne e inamovible.
Centrémonos en el núcleo de nuestro átomo esencial: los niños y jóvenes. Auténticamente y sin pseudolírica el futuro de la humanidad. Ellos, objeto principal, para los padres con sentimientos de vínculo y filiación saludable, a los que transmitir valores, principios, costumbres, tradiciones… salvaguarda y continuación del porvenir. A nivel transcultural, hoy en el S. XXI, los progenitores desde sus posibilidades variables según latitudes y circunstancias, salvando porcentajes relativamente pequeños, harán todo lo que esté en sus manos, con la colaboración de la familia extensa y próximos, para que la prole disfrute del máximo.
¿Somos auténticamente conocedores de lo que quieren y necesitan nuestros niños y jóvenes?
Por supuesto además de ese determinado modelo de juguete o de videojuego de turno, carísimo casi siempre y para “más inri”, agotado hace tiempo por la excesiva demanda. En estas fechas navideñas, recorrer tiendas aquí en la esfera occidental, es como “un estado de locura transitoria”. Se agudiza el imperativo “COMPRAD”, empezando por comida que será deglutida en exceso, así como la bebida, abuso de dulces hipercalóricos, obviamente desatendiendo a las advertencias de médicos y de pediatras y pasando de largo de la creciente obesidad en la población, siendo la más preocupante la infantil. Con argumentar la manida frase que todo justifica de “es Navidad”, ya queda sobreentendido toda acción. Adquisición de objetos de todo tipo, siendo la mayoría muy prescindibles. Evidentemente, además de la invasión de “la necesidad generada de bañarse con perfumes”, los reyes por excelencia el mercado de los juguetes, esgrimiendo la premisa fundamental de que “el niño necesita juguetes para crecer, tienen la ilusión”.
Frecuentemente se encuentran en los hogares juguetes amontonados en armarios, estanterías, trasteros y a los que, por cierto, los niños les dan poco o ningún uso.
A cuántos padres se les oyen lamentos respecto a que no entienden, ni saben exactamente qué les pasa a sus pequeños y jóvenes y expresan frases del tipo, “está triste, enfadado, desmotivado, ¿qué quiere?, no le falta de nada, tiene de todo… y parece como si nada le importara ni interesara”. O aquella otra de, “teniendo tantos juegos, siempre está aburrido y después se entretiene con cosas de su padre o mías”, o una más, la de “nunca tiene suficiente, no ha sacado los juegos de la caja todavía y ya quiere otro nuevo”. El elenco a plasmar formaría una larga cola.
Carreras, quemar tarjetas, juguetes, videojuegos…
La mayoría de los niños y jóvenes de la “sociedad occidental”, dan por sentado que lo normal es tener la comida que deseen en cantidad y gusto, una casa confortable y la educación escolar. Son tantos los padres que para estimular a sus vástagos a estudiar le prometen como refuerzo, premios materiales, más objetos que acumular, que codiciar. Resulta irónico que en España sólo hace setenta años, en términos históricos un tiempo muy breve, el analfabetismo era un mal endémico y poder ir a la escuela era un privilegio, no un derecho.
Ahondando un poco más, muchos padres batallan con su prole para que obtengan resultados académicos, buscan las que creen que son las mejores escuelas, algunos pagando lo que no tienen, profesores de repaso, extraescolares, materiales… y aún así sus criaturas parece que no van hacia adelante con el sistema. Encuentros con profesores, con especialistas pedagógicos… pero ¿qué pasa?
En las últimas décadas los padres suelen trabajar ambos y estar muy ocupados. En otras circunstancias son progenitores con situaciones muy complejas y absorbidos por sus problemas.
Se tiende en exceso a que la responsabilidad de la educación se delegue en el ámbito escolar, cuando la primera base nutriente recae en la familia.
Con la Navidad se hará el gran paréntesis de las dificultades para atender la llegada de la “cornucopia” de la abundancia. Carreras, quemar tarjetas, juguetes y más juguetes. Unos debajo del árbol, otros en las alforjas de los camellos reales y muchos lo harán en las dos ocasiones. España es la más fiel heredera de la tradición romana de integrar los contactos exteriores, de este modo ya se ha hecho propio “Papá Noel”, compartiendo protagonismo con los Reyes.
Tendremos muchos niños y jóvenes entusiasmados con sus nuevos artilugios y los tan extendidos juegos electrónicos, con alta probabilidad con corta duración de interés todos ellos. La extensión del mundo de “las pantallas” (ordenador, tableta, videojuegos…) les crea un mundo literalmente virtual y tantas veces aislante del auténtico contacto social, eso sí los ocupa, pero también puede llegar a atraparlos.
Recuperemos el “espíritu de la Navidad”, la voluntad y el deseo de paz, de armonía y unión familiar
De superar las diferencias y desavenencias, de compartir, ofrezcamos a nuestros niños y jóvenes mucho más que costosos elementos con temporalidad caduca. No sólo los infantes y jóvenes, sino todos crecemos como personas jugando, sin límite de edad, y para jugar lo principal es la fantasía, la imaginación, el simbolismo, la interacción.
Visto y considerado que con poco margen de error, al menos de estas latitudes, se dará la cascada de intercambios de presentes, los adultos próximos a menores, podríais incluir un gran regalo con bajo coste pero con elevado valor y que puede ayudaros a conocerlos mejor, del mismo modo que no sólo podréis saber qué les pasa sino también detectar posibles dificultades y de ese modo enfrentarlas y resolverlas. Accederéis a maximizar sus potencialidades, a interactuar y cooperar con el medio escolar, pudiendo optimizar los resultados, a buscar la ayuda profesional en caso de ser necesaria según la detección. Allanaréis su futuro y no como mera “cápsula temporal”. Bajo el árbol o en el pesebre, hacedle un sitio relevante entre los paquetes a una ofrenda importante para sus vidas: “donadle íniciativa de desarrollo y evolución.
Felicidad y prosperidad para todos, no sólo quince días, sino cada día, cada semana, cada mes, cada año.
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