Nuestra enseñanza y aprendizaje se basa en la lectura y la escritura, imprescindibles para todas las asignaturas, si esto no se domina, el edificio se tambalea desde sus cimientos. ¿Cómo deben sentirse aquellos niños con dificultades para asociar las letras con los sonidos y para representar gráficamente lo que piensan? ¿A cuántos de ellos se les pone a leer en voz alta en la clase? En la medida que el trabajo escolar se vuelve más exigente la dificultad para procesar el lenguaje se hace más visible.

Muchos padres oiremos: «No se esfuerza lo suficiente», «no atiende en clase», «tiene demasiadas faltas de ortografía», «tiene que leer con frecuencia para mejorar»… Tienen entre tres y doce años, y estos toques de atención de sus maestros, acompañados de bajas calificaciones se repiten constantemente curso a curso.

Pero el origen de su fracaso nada tiene que ver con su interés y curiosidad por el mundo, con su comportamiento o su actitud, un niño o niña con dislexia, tiene un nivel de inteligencia normal. Es más, muchos de estos niños que están viviendo una etapa escolar llena de fracasos pueden tener incluso una capacidad intelectual superior a la media.

«Si a los disléxicos les leyeran los textos el problema estaba salvado». Luz Rello, doctora por la UPF e investigadora dislexia.

Los niños con dificultades del aprendizaje sin diagnosticar ni tratar, suele tener bajo rendimiento académico, acumulación de retrasos educativos, repetición, desenganche escolar, desafección por la escuela y finalmente abandono escolar. Todo ello viene acompañado de frustración, desmotivación, bajas expectativas de futuro, baja autoestima… elementos que solo recrudecen el problema.

Con más atención y menos prejuicios por parte de los profesionales educativos podrían detectarse las dificultades del aprendizaje (Dislexia, Discalculia, Asperger, TEA, Negativista-Desafiante, Rett, Déficit de atención, TDAH…) a una edad temprana y sin la intervención del menor, lo que permitiría empezar a mejorar el aprendizaje y evitar el fracaso escolar.

Bastaría con que observaran al niño o niña, y los padres y profesores cumplimentaran un cuestionario diferente según la edad del menor, lo que evaluaría el riesgo de cada uno de los trastornos del aprendizaje que inciden directamente en el fracaso escolar. A partir de ahí, si salta la alarma podría derivarse a un especialista para realizar el diagnóstico y el posterior tratamiento.

«El fracaso escolar esconde muchos trastornos de aprendizaje no considerados» Josep Maria Sopena, profesor de Psicología de la Universidad de Barcelona.

Gracias a las nuevas tecnologías ya es posible la mecanización de todo este proceso mediante un sistema online que involucra a las familias, ahorra tiempo y ayuda a los profesionales de la educación a gestionar todo el proceso de detección, gestión e intervención en los alumnos desde los 2 años de edad. Además el sistema permite un uso colectivo.

Francisco Santolaya, presidente del COPCV afirma después del estudio realizado “DFE (ahora díde) es un instrumento dirigido a orientadores, padres y profesores válido para detectar posibles trastornos y dificultades escolares a través de unos indicadores sintomáticos observados por el profesor y los padres, siempre y cuando la aplicación de las pruebas se realice correcta y responsablemente”.

Este sistema permite identificar hasta 15 dificultades de aprendizaje a edad temprana, permitiendo a los alumnos afectados aumentar sus posibilidades de aprendizaje.

EN LA PREVENCIÓN ESTÁ LA SOLUCIÓN.

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Alberto Ramírez
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