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El abuso de las nuevas tecnologías puede facilitar el aislamiento, el bajo rendimiento, el desinterés por otros temas, los trastornos de conducta e incluso la pérdida de dinero, así como el sedentarismo y la obesidad.

Hoy queremos escribir acerca de una problemática cada vez más visible, la adicción o abuso de estas tecnologías por parte de los menores de edad o más jóvenes de la casa. Es común que cuantas más horas pasen sin obligaciones, los niños dediquen más horas a estar acompañados por sus dispositivos o juegos favoritos, absortos de lo que les rodea.

Mientras desarrollábamos díde han sido varios los profesionales de la educación y la orientación y también las familias los que nos han animado y transmitido la necesidad para que la plataforma contemplara esta problemática, para así detectarla tempranamente y orientar a las personas que se encuentren en esta tesitura.

Como ya hemos dicho en otras ocasiones las Nuevas Tecnologías de la Información y ocio (NNTT) son todo un fenómeno en sí mismo, que han supuesto rápidos e importantes cambios en nuestra sociedad y en nuestra forma de relacionarnos. Sabemos también que su utilización genera importantes beneficios a nivel familiar y educativo, por ello les dedicaremos un post específico a sus virtudes y aportaciones la semana que viene.

Pero quizás uno de los aspectos que mayor alarma social crea, es el potencial adictivo de estas tecnologías, especialmente entre los menores.  El atractivo de internet  y otros dispositivos para los jóvenes es que se caracteriza por la respuesta y recompensas inmediatas, la evasión de su entorno y contexto real, la interactividad, así como el rápido establecimiento de nuevas relaciones sociales.

¿Adicción, abuso o dependencia?

La adicción a los videojuegos es considerada desde 2018 una enfermedad. Así lo ha reconocido la Organización Mundial de la Salud, que incluye el trastorno en su nueva Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11), un compendio que no se actualizaba desde 1992 y cuyo borrador ha salido estos días a la luz.
 
«Hay que dejar muy claro que una cosa es la adicción y otra muy distinta el uso excesivo» apunta Celso Arango, jefe del servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid.
 
Según los datos, se considera que existe una adicción a los videojuegos cuando se da «un comportamiento persistente o recurrente de juego» -ya sea ‘online’ u ‘offline’- que se manifiesta a través de tres signos:
 
  1. La falta de control sobre la frecuencia, duración, intensidad, inicio, finalización y contexto de la actividad, el hecho de dar una «prioridad creciente» al juego frente a otras actividades e intereses vitales diarios.
  2. La continuidad o aumento de la conducta pese a la aparición de consecuencias negativas
  3. El documento señala expresamente que, para que el comportamiento se considere patológico debe darse un patrón severo, que produzca un «deterioro significativo en el ámbito personal, familiar, social, educacional, ocupacional u otras áreas de funcionamiento».

Además, añade el texto, para efectuar el diagnóstico, generalmente el comportamiento y estos rasgos señalados deben darse por un periodo de al menos 12 meses, si bien la patología puede considerarse antes si se dan todas las consideraciones establecidas y los síntomas son graves.

«Hace 70 años no había adictos a los videojuegos porque no existían, pero sí había adictos y su comportamiento es el mismo. Las personas que sufren una adicción están enganchadas, acaban haciendo girar su vida en torno a algo, ya sean los videojuegos, la cocaína, el alcohol o las tragaperras», expone el especialista.

 

El abuso de las nuevas tecnologías puede facilitar el aislamiento, el bajo rendimiento, el desinterés por otros temas, los trastornos de conducta e incluso la pérdida de dinero, así como el sedentarismo y la obesidad.

 

Hay incluso, otros estudios en los que se demuestra la correlación entre este tipo de uso inadecuado o adicción con padecer trastornos o dificultades del aprendizaje que díde descarta y detecta, como tener TDAH, depresión o desadaptación escolar.

La importancia de la familia y de los educadores

Los menores realizan la mayor parte de su uso de internet en el colegio y en casa. El uso en el colegio está supervisado en la mayoría de los casos por el profesorado. Adquirir buenos hábitos tecnológicos también es responsabilidad de la educación reglada, sin embargo, es en el hogar donde el menor puede estar expuesto a un mayor número de riesgos. Sobre todo respecto al uso excesivo, ya que son más horas las que fuera del colegio pueden dedicarle a tablets, móviles, videojuegos…

La exposición de los menores a algunos de los riesgos que existen al respecto es muchas veces inevitable.

 

La labor de padres y educadores es limitar esta exposición, pero sobre todo, enseñar a los menores a detectar señales de alarma, comunicarlas y así poder prevenir, reaprender conductas o superar con éxito estas situaciones.

 

Con ello conseguiremos reforzar la autoestima y resiliencia de los niños y de los más jóvenes.

Para detectar las actitudes de alarma con éxito y prevenir problemas mayores creemos que deben programarse protocolos preventivos que conecten familia-escuela. El uso y abuso de las ‘NNTT’ está relacionado con variables que engloban ambos contextos como variables psicosociales, cohesión familiar, vulnerabilidad individual, factores estresantes en los niños, como pueden ser exámenes, obligaciones educativas, etc.

Por ello hay que observar y actuar sobre las situaciones específicas de la persona, planificar el tiempo libre e introducir cambios en el estilo de vida, limitando el uso y tiempos de los dispositivos o ampliando su red de apoyo social entre iguales y familiares.

Lo característico de estas situaciones o tipos de conductas adictivas es que estos dispositivos suelen ocupar una parte central de la vida del niño o adolescente, que los utiliza, en muchas ocasiones para escapar de la vida real, por ello debemos darle modelos y alternativas de ocio, comunicación y satisfacción personal diferentes y realistas.

Si existe realmente un problema, a medida que el menor aumente el control de su conducta y sea capaz de hacer frente con éxito a las dificultades, sin ansiedad, sin sentimiento de culpa o de aislamiento respecto a las personas de su entorno, el sujeto experimentará una percepción de sí mismo muy positiva, de control, fortaleza, autoestima… que son claves en su desarrollo y educación.

Con las nuevas tecnologías todo parece girar más rápido a nuestro alrededor, por ello no nos quedemos atrás y conozcamos las inquietudes, miedos, pasiones y contextos en los que crecen y evolucionan los niños y jóvenes hoy en día. Con este conocimiento podremos crear y reactivar entornos familiares y educativos adaptados a sus necesidades,  entornos saludables, basados en el conocimiento y la confianza.

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Imagen Pixabay

Fuente: El Mundo

Eva Campos
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